jueves, 22 de mayo de 2014

Laberintos II

Comió el pan de cada día y se tiró a descansar del trajín interminable de las noches en vela, de los barcos fantasmas y de los roedores que caminaban sin cesar.
Soñó ser un tipo intrépido y llegar hasta los rincones inexplorados de algún país de esos que fueron colonia holandesa, o inglesa...
Se despertó sobresaltado por la pérdida del rifle en el medio de un baile ritual inentendible y se levantó del sillón; se arrojó al suelo frío sin barro ni piedra y rodó por el living de la casona hasta llegar a la galería. Reptando se acurrucó detrás de la maceta del ficus y miró para todos lados. El silencio era agotador. Rastrilló el piso con su mirada hasta ver el rifle perdido. Para llegar hasta él, tuvo que mantener su abdomen pegado al suelo y arrastrar consigo todas las ramas y hojas que el temporal había dejado por ahí.
Finalmente logró tomar el rifle entre sus manos, se puso de pie y volvió a la sala.
Lleno de barro y piedras, tomó para sí una fruta que parecía comestible, se puso de cuclillas al lado del árbol que lo alimentaba y en esa posición se durmió, agotado del trajín interminable de las noches fantasmas, de los barcos sin velas, y de los roedores que caminan sin cesar.

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