domingo, 7 de septiembre de 2014

Anormalia

Caminar cuando sale la luna llena es una delicia inconmesurable. 
Digna de ser pintada.




No es lo mismo pintar
que rezar
que comer

que pintar.

No resulta igual la mirada que atardece que el alba..
Todo parece que se parece, pero tiene gramos de distancias, kilos de separación, hilos pesados que van uniéndose en una trama turbia de olor espeso y color agrio.

Se tejen para dotar de sentido a lo que no lo puede tener, pero los intentos no por vanos son menos exitosos. El éxito radica en la ausencia de ausencias, en las miradas perfectas -que son todas-, en las narices exultantes, en las lenguas pegoteadas de pegarse al piso helado.

No es lo mismo,
claro,
aunque puede ser igual.

Las palabras tienen formas extrañas para el que las calla, y son como mariposas incontrolables cuando las deja salir de la garganta atormentada.

Claro que no es lo mismo decir que callar,
aunque a veces,
puede ser igual.


Imagen: Fotografía de Pierre Verger

lunes, 9 de junio de 2014

The boat


El barco partió sin preguntar hacia dónde tenía que ir.
Nadie nunca pregunta nada, menos antes de navegar.
Nunca nadie camina al borde del cinturón de asterión,
sin saber primero lo que dijo el astrólogo. 

(Aunque esté loco.)

Jamás, ni siquiera un tonto se mece en la hamaca,
si ésta pende de la higuera ya vencida de antemano.

Solamente 
sola mente
suicidas amantes enamorados locos persistentes
enajenados dolorosos dolientes hombres en sinrazón constante,
solamente 

pueden querer jugar con esas fichas de un tablero que no está.

Sin exquisiteces podrías haber navegado,
haber naufragado
haberte mareado y caído 
al mar de los sinrazón, 
al mar de los buscones de piedras preciosas.
Pero el destino es impreciso y juguetón.

Navegar es preciso, 

pero no hay miradas más rápidas que la roca en la tormenta.

Claro, nadie sale a navegar sin hablar con él.
Sin embargo, el barco partió sin preguntar.

Y no sé sabrá nunca si es naufragio 
o cobardía.







jueves, 22 de mayo de 2014

Laberintos II

Comió el pan de cada día y se tiró a descansar del trajín interminable de las noches en vela, de los barcos fantasmas y de los roedores que caminaban sin cesar.
Soñó ser un tipo intrépido y llegar hasta los rincones inexplorados de algún país de esos que fueron colonia holandesa, o inglesa...
Se despertó sobresaltado por la pérdida del rifle en el medio de un baile ritual inentendible y se levantó del sillón; se arrojó al suelo frío sin barro ni piedra y rodó por el living de la casona hasta llegar a la galería. Reptando se acurrucó detrás de la maceta del ficus y miró para todos lados. El silencio era agotador. Rastrilló el piso con su mirada hasta ver el rifle perdido. Para llegar hasta él, tuvo que mantener su abdomen pegado al suelo y arrastrar consigo todas las ramas y hojas que el temporal había dejado por ahí.
Finalmente logró tomar el rifle entre sus manos, se puso de pie y volvió a la sala.
Lleno de barro y piedras, tomó para sí una fruta que parecía comestible, se puso de cuclillas al lado del árbol que lo alimentaba y en esa posición se durmió, agotado del trajín interminable de las noches fantasmas, de los barcos sin velas, y de los roedores que caminan sin cesar.

lunes, 19 de mayo de 2014

sin.taxis

un gotero que perfora la madera con las gotas que caen que perturban que entumecen que roen y corrompen como un gato que maúlla sin sentido ni oído y ni bienvivido ni malmuerto se calla ni se cae ni se rompen sólo gotean sin parar hacia abajo o hacia arriba lo mismo da porque el muerto es siempre el mismo cambia solamente la vestidura del animal que despierto va andando por los techos que inundados ya no encuentran lugar donde cambiarse o correrse o mojarse o volverse a casa para perturbar y caer y entumecer mientras se roe o corrompe o desliza hacia el cuarto y duerme en la cuna de un niño que no vive allí ni en ningún lugar porque nunca respiró ni ensució y eso lo mantuvo a salvo del dolor y del tedio de las orillas de los mares que se forman con las gotas que marean, porque al final eso es lo que hace el mar, llevarse a los gatos por los tejados para que crean durante unas horas que mi amor, la libertad es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte solamente algunos que logran que el goteo sea vida y nunca hastío de ladrillos huecos que levantan paredes paredones muros marquesinas de colores para iluminar lo que quieren tapar nada tapa mejor que la luz que encandila engolosina durmientes de trenes sin estaciones o caracoles que son casas para perfumes


lunes, 12 de mayo de 2014

La poesía

Un modo posible de todavía salvarse sería lo que ellos nunca llamarían poesía. En realidad, ¿qué sería la poesía, esa palabra incómoda? ¿Sería encontrarse cuando, por casualidad, cayera una lluvia repentina sobre la ciudad? ¿O quizás, mientras tomaban un refresco, mirar al mismo tiempo la cara de una mujer que pasa por la calle? o aún encontrarse por casualidad en la vieja noche de luna y viento? Pero los dos habían nacido con la palabra poesía ya publicada con gran impudor en las páginas de los suplementos de domingo de los diarios. Poesía era la palabra de los más viejos. Y la desconfianza de los dos era enorme, como de animales. En los que el instinto avisa: que un día serán cazados. Ya habían sido demasiado engañados para poder creer ahora. Y, para cazarlos, habría hecho falta una enorme cautela, mucho faro y mucha labia, y un cariño aún más cauteloso -un cariño que no los ofendies- para, al agarrarlos desprevenidos, poder capturarlos en la red.

Clarice Lispector (de "El mensaje", en "La legión extranjera", trad. de Paloma Vidal)

jueves, 5 de diciembre de 2013

Principio y final del silencio

Los silencios a veces son como máscaras incandescentes, que dicen y gritan mientras uno queda sordo en medio de tanto ruido de tambores. Las voces también lo son, los gritos, las largas enunciaciones vacías de sentido, los prólogos infinitos que nunca conducen a la trama de la cuestión. Incluso los epílogos pueden ser como máscaras que conduzcan a una nube negra todo lo antedicho.
Parece ser que todo puede ser otra cosa que la aparente.

Sin embargo, hay silencios sanos, bonitos, casi crepusculares. Silencios que dejan construir ausencias, que son esos huecos espaciales que precisamos algunas veces cuando las presencias son tan fuertes que invadieron hasta nuestro cuero cabelludo.
Lo bueno de los silencios, de estos, de los verdaderos, de los elegidos, de los silencios-silenciosos, es que, además de todo, tienen principio y tienen final, como la luna que arrastra olas para un lado y para el otro, nos dejan arrastrarnos un poco dentro de las propias mareas (y marearnos).
Pasan cosas durante su estadía, y a veces, hasta nos cambia un poco la voz, o la cadencia, la melodía de lo dicho.
Por volver después de algunos silencios. Por los silenciadores que nos dejan metamorfosear las palabras. Porque siempre hay algo nuevo por-venir.





miércoles, 1 de mayo de 2013

Como un baile de cortejo

Las formas rituales pos modernas en las cuales nos sumergimos para entender las cosas que nos suelen suceder no son más que pequeños cortes asfixiantes a la energía deseosa de fluir.

La razón que nos invade, la inevitable pereza emocional que nos agobia, el eterno resplandor de un silencio inocuo y verde de podrido.

Parece que la clave es lo impersonal, hay opciones de más para lograr escabullirse entre las palabras. Cada vez más ritmo escénico para achicar las brechas del dolor.

Sin embargo, parece que desde el inicio de los tiempos todo funciona según otras lógicas ilógicas y hermosas.

Me escondo en misas paganas.
Me zambullo en auxilios de tiempo escaso, en placebos incoloros.
Me ratoneo entre pesadillas azules para tapar el vaho del óxido y la herrumbre.

Y mientras tanto vos bailás, al compás de tu rezo frágil.
Quedás rengo de tanto mover el pie equivocado, pero nada para al frenesí de la belleza.
Te cuidaste tanto de no romper las copas que te hiciste vos mismo de cristal.

Con ritos de cortejo, con tácticas mediocres, con estrategias inventadas por quienes nunca las usan.

Al final, igual, nos gana, me gana, te gana.
Por suerte.
Dejémonos ganar, dale.